Lohana Berkins

El derecho absoluto sobre nuestros cuerpos
Lohana Berkins
Yo sé que muchos se preguntan qué hace una travesti en este lugar. Porque muchas personas tienen una idea absolutamente equivocada o están llenas de mitos de lo que es una travesti. Yo quiero decir que también soy feminista. El primer problema que tenemos las travestis es que ni la sociedad ni el estado reconocen el travestismo como nuestra identidad. Una de las opiniones adversas mayores que tenemos es la de las jerarquías eclesiásticas. La Iglesia nos ha demonizado absolutamente. Por ejemplo, piensan que si ustedes escuchan a una travesti, van a terminar siendo travestis. Nos adhieren una cosa de contagio. Puedo decirles que se pueden quedar tranquilos, que nadie se va a transformar por escucharme.
Otra cosa, es el tema de por qué nosotros y nosotras podemos hablar de muchas cosas, y a lo que más les escapamos y le tememos es al cuerpo. Yo amo perfectamente a mi cuerpo. Como dijera Lucienne Stoine en 1845: “No quiero el derecho a la propiedad o al voto, si no puedo mantener mi cuerpo como un derecho absoluto”. Entonces ahí empieza nuestro problema.
La realidad latinoamericana es que el travestismo se da entre los 8 y los 10 años de edad. Lo primero que sucede es una expulsión familiar, y por ende una expulsión social después. Esta sociedad no está preparada todavía para darle un tipo de contención.
En la República Argentina hay tres organizaciones de travestis, y nosotras trabajamos sobre una población directa de 3000 compañeras travestis. La edad de mortandad de las travestis en Argentina y en casi toda Latinoamérica no supera los 30 años. Las causes de muerte son: muertas por la policía, sin que ningún estado investigue nada. Otra causa es el uso indiscriminado de las cirugías. El sistema capitalista ha creado un solo modelo de mujer: linda, dulce, muy bella, que es la que consume el patriarcado. Entonces nosotras, cuando empezamos a vivir nuestra realidad, como la única alternativa de supervivencia que nos queda es la prostitución, si yo me voy a parar, lo más que puedo conseguir es una limosna, porque tengo 92 kilos. Entonces, es tan fuerte la idea de la imagen, que las compañeras terminan siendo víctimas de este tema. Porque lo que nos dice la sociedad es: “está bien, este chico no quiere ser varón, que sea mujer. Pero no cualquier mujer. Sino una mujer espléndida”, como la travesti más famosa de Brasil, Roberta Clos. “Como Roberta Clos o nada”. Esos son los modelos que van imponiendo. En este tema se producen situaciones de muchísima violencia. El hecho de que nosotras estemos condenadas a la prostitución, atenta también contra nuestra propia autoestima.
Yo sufrí siete años de encarcelamiento por el mero hecho de haber desafiado a esta sociedad, y decir “esto es lo que yo soy”. En la Argentina, hace más de 9 años nosotras empezamos a organizarnos. El cambio más profundo se produjo a través de conocer el feminismo, las lesbianas feministas. Entonces empezamos a luchar, y tenemos un programa que se llama “Construyendo la ciudadanía travesti”. Obviamente, la palabra “ciudadanía” no tiene nada de liberalismo, sino en un sentido mucho más amplio y revolucionario.
Apuntamos a cuatro cosas: la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. En la Argentina se siguen sosteniendo fuertísimas leyes que castigan el travestismo. Para que ustedes entiendan lo que digo, yo estoy absolutamente orgullosa de ser travesti, y si volviera a nacer, elegiría exactamente lo mismo. Pero esta sociedad maneja la cosa binaria de hombres y mujeres. Cuando vos nacés, la partera te mira entre las piernas y dice: “tiene un pene”, o “tiene una vagina”. A eso a la genitalidad, le adhiere un sexo, y al sexo un género. Y como decía la compañera, no es lo mismo ser varón que mujer, mucho menos en una sociedad tan patriarcal y tan machista como la sociedad latinoamericana. Entonces, si vos no te comportás de acuerdo con tu genitalidad, tenés que comportarte como la otra opción, que es ser mujer. Lo que nosotras estamos planteando es que no somos ni hombre ni mujer. Soy una travesti, una persona que tiene una genitalidad y que puede vivir perfectamente construida bajo otra identidad o bajo otro género, que es el femenino. Por ahora no hay tantos modelos. Por ahí, de acá a 2000 años de luchas más, podrán decir: “mujeres, varones, travestis... y una lista interminable”, cuando se refieran a los géneros.
Nosotras empezamos a atacar la hipocresía burguesa. Porque en el mundo, los hombres castísimos, si nos ven prostituyéndonos nos dicen “pecadoras”, y si pedimos por nuestros derechos, nos dicen “comunistas”. Entonces empezamos a atacar a la burguesía, a la hipocresía burguesa. Porque si hay 10.000 compañeras paradas todas las noches, es porque hay 10.000 hombres que las consumen. De noche, todo bien; pero de día dicen: “mátenlas, que las encierren, son el demonio”. Eso es una hipocresía. La sociedad pide castigo para quien se prostituye, pero no para quien consume.
Empezamos a luchar. En Buenos Aires, el Estado gasta 300 millones de dólares para sostener a la policía, que es la misma policía represiva del proceso, y no quiere gastar ni diez dólares en educación, en capacitarnos, en vernos como sujetos de derecho.
Dentro de todas estas cuestiones, también podemos ser socialistas, y puedo ser feminista. No es que lo único que yo soy es travesti. Cuando hablaba del tema del “mito”, la gente piensa que somos libertinas, que estamos todo el día en la cama, como una diosa Venus, fumando porros, tiradas, y que el mundo no nos importa nada. Es otro estereotipo. En nuestra comunidad hay de todo, hay compañeras que pueden ser de ese estilo, compañeras rubias, compañeras que tenemos 92 kilos, compañeras comunistas, tenemos una diversidad. Y tenemos esa diversidad porque somos personas. Yo voy a decir que las travestis somos algo raro cuando caguemos por la oreja, o meemos por la nariz. Mientras lo haga por los lugares que lo hacen ustedes, no veo el asombro.
Ahí es cuando la sociedad se comienza a poner medio loca. Porque no es que les moleste que nosotras existamos. Yo voy por el mundo, parezco una señora gordita, y todo bien. El problema empieza cuando nosotras empezamos a pedir derechos. Cuando nosotras decimos: “no sigan matando compañeras, dennos trabajo, educación, vivienda, salud”. Ahí es cuando la sociedad se pone frenética.
A nosotras se nos hace bastante difícil. Algún día me gustaría que en un gran evento, haya compañeras lesbianas, gays, travestis, participando sin discriminaciones dentro de los movimientos de lucha. Porque sucede que unas luchas parecer ser mucho más valiosas que otras. Si es por víctimas, nosotras tenemos víctimas. Si es por cárcel, conocemos las cárceles. Si es por represión, tenemos represión. Entonces, yo no veo por qué no se puede pensar de una forma totalizadora, y pedir por todos los derechos.
¿Por qué, si yo voy a una marcha en contra del FMI, contra el imperialismo yanqui, por qué no pueden venir a nuestras luchas también? Entonces, tenemos que hablar de estas cuestiones como una cosa cotidiana, porque nosotras somos cotidianas también. Nosotras vivimos en comunidades, vivimos en casas, tenemos familias, amigos, amigas, pensamos. Entonces, la reflexión que queremos hacer, es que estamos convencidas de cambiar a esta sociedad. Yo lucho para cambiar la sociedad. Estoy absolutamente en contra del imperialismo, amo la libertad. Pero no una libertad condicionada. Amo la libertad absoluta, que cada quien viva como quiera. Amo absolutamente ser travesti. ¿Por qué pareciera que es de otro mundo?
Entonces, el reclamo que estamos haciendo, es la construcción de una sociedad sin ningún tipo de opresión, aunque parezca largo decir “las” y “los”. Se habla de “los revolucionarios” ¿y las revolucionarias dónde están? Estaban ahí.
Hay que romper la cosa esquemática de género. Que el hombre tenga que ser el supermacho que grite y que golpee, y la mujer que cocine y que vaya con su guagüita de acá para allá. Hay mujeres revolucionarias que han empuñado un fusil. Y hay hombres que pueden cocinar, y no van a ser menos revolucionarios.
Otro tema es el del afecto y del cuerpo. ¿Por qué podemos hablar, y si en este momento yo digo “agarremos las armas” todo el mundo se prende, pero si dijera “desnudémosnos, toquémosnos”, empieza el pánico absoluto? ¿Por qué tengo que sentir vergüenza de mi cuerpo, si lo más valioso que tenemos es el cuerpo? Es el cuerpo para la vida, el cuerpo para la lucha, el cuerpo para todo. Es el bien más absoluto que tenemos.
Insisto en este tema de las luchas. Creo que hay que repensar absolutamente, e incluir. También lucho por las personas sin tierra, me conmueve absolutamente la pobreza, lucho en contra de los ricos, lucho en contra de todo tipo de opresión. Lo único que yo les dejo como reflexión, es que ustedes se sumen a nuestra lucha. Nada más.

Lohana: dicotomizaciones que se imponen a la fuerza



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Por María Suárez Toro, RIF/FIRE (*)
octubre 05 de 2005. A mi me pasa todo lo que le pasa a todo el mundo. Nuestra sexualidad es diferente, pero tenemos virtudes, miserias, pasiones, talentos, como el resto de la humanidad. Entonces, la lucha que hacemos es por la dignidad del travestismo y que no permitan que nada ni nadie nos discrimine para poder desenvolvernos y desarrollarnos como seres humanas/os.

Yo siempre le digo a todo el mundo que yo me siento orgullosa de ser travesti y si volviera a nacer y la Diosa me diera a elegir, elegiría ser exactamente lo mismo. El travestismo es un camino de vida y es lo más bello que pasó en mi vida. Vivo mi travestismo con mucha dignidad y lucho para cambiar esta sociedad heterosexista que impone una única norma sexual, que impone pautas que discriminan. Mi lucha es contra este tipo de opresiones, de jerarquías. No las quiero ni políticas, ni de género.

Soy una travesti feminista. Debo decir que algo que a mi literalmente me partió la cabeza fue el feminismo. Cuando nosotras las travestis ingresamos a los movimientos sociales, quedamos maravilladas con las feministas, porque de alguna forma, ellas ponían en palabras lo que nosotras teníamos como una vaga idea. Hasta que escuché el feminismo, yo siempre creí que lo que me pasaba era culpa mía por violar las leyes. Fui golpeada, encarcelada y discriminada desde que me fui de mi casa a la calle a los 13 años, y siempre pensé que era culpa mía y que la policía tenía derecho a agredirme porque yo me portaba mal.

Quedamos sorprendidas, absolutamente maravilladas. ¿Por qué quedé prendida del feminismo? Bien lo dijo Simón de Beauvoir: "La "mujer" no nace, sino se hace". El feminismo es el que ha aportado la teoría de género. Luchamos por el objetivo de que la sociedad y los Estados reconozcan el travestismo como una identidad, partiendo de que tanto la feminidad como la masculinidad son construcciones sociales.

Nosotras luchamos contra la heternormatividad que impone el modelo masculino y femenino y a la vez impone una sola sexualidad que dice que a la mujer le gusta el hombre y al revés. Mi orientación sexual puede ser cualquiera. No aceptamos que nos impongan el deseo. Yo me hice cargo de cómo elegí vivir. Pero yo no elegí ser expulsada del colegio, ni que se violaran mis derechos, ni ser encarcelada. Creo que la gente tiene sus reparos, pero son limitaciones de las personas y no mías, por eso no me hago cargo.
El feminismo fue lo que cambió de alguna manera la historia del movimiento travesti en Argentina. El feminismo a mi me convirtió de una víctima girón (pasiva) a una víctima activa. Eso es lo que yo le agradezco al feminismo. Soy como un collage de discriminaciones. Soy judía, negra, boliviana, travesti, socialista y se junta todo como un combo.

Nosotras no hablamos de discriminación sexual, aunque promovemos que se respete la diversidad sexual, pero el tema de las travestis va más allá de la sexualidad. Lo que nosotras estamos planteando es una discriminación por orientación de género, digamos que nada tiene que ver con la orientación sexual.

En eso es la diferencia que marcamos con gays y lesbianas. Ellas hablan de una orientación sexual y nosotras hablamos de una identidad de género, porque nosotras somos discriminadas por identidad de género, que es una cosa cultural y cómo está estructurada la sociedad en Argentina, sobre todo en los países latinoamericanos. Sociedades patriarcales, machistas, una sociedad que tiene fuertes cimientos en una falsa moral de las costumbres, de la familia, una sociedad militarizada, una sociedad violenta. La consecuencia lógica es la discriminación de lo diferente, por la vía de la violencia.

En la Argentina, las minorías por identidad de género (travestis, transexuales y transgéneros) y por orientación sexual (lesbianas, bisexuales y gays) no gozamos de la igualdad de oportunidades y de trato.

En un contexto de creciente pobreza, marginalidad y desocupación, situaciones impuestas por el modelo político-económico-cultural neoconservador que impulsa el gobierno y muchos de los partidos que se dicen opositores, las minorías sufrimos las mismas consecuencias que la mayoría del pueblo y muchas veces de forma agravada. Soy socialista también, porque quiero lo mismo para todos los seres humanos. El tema de las discriminaciones atraviesa todas las ideologías y toda la sociedad.

¿Por qué la sociedad no se pregunta por qué no hay travestis camareras, enfermeras, médicas y políticas? No es porque nosotras no queramos, es porque es tan fuerte la discriminación que nosotras vivimos, que la única alternativa de vida que nos queda es ejercer la prostitución. Yo fui prostituta. Mi proceso de dejar la prostitución duró como 6 años, porque no es solo decidirse a dejar la calle, es crear las condiciones.

Un día dije: tiro toda la ropa, pero me guardo una minifalda por las dudas. Era difícil pensar en otra vida porque no había otras opciones de trabajo. Cuando lo tuve, ahora que soy secretaria de un partido político, te digo María, que yo ganaba mucho más plata por menos trabajo, que lo que gano ahora. Pero me las arreglo porque hay que mostrar que podemos ser otras cosas.

Yo me había ido a la calle al entrar en la adolescencia, obligada a irme de la casa y expulsada de la escuela. ¿Qué se puede hacer? Creí que había nacido para eso. Había empezado a prostituirme a los trece años, y uno sentía que era parte del juego, pero no me daba cuenta de que yo me estaba muriendo por dentro.

¿Quién es Lohana?

Dice que ella tiene la suerte de que parece una "perfecta señora" y nadie la identifica como travesti a menos que ella misma lo diga. Y es cierto. Su pelo largo le cae sobre sus hombros, ni muy delgados ni muy robustos, como los de cualquier mujer que hace ejercicios. Rojiza y aterciopelada, su melena asoma unos ojos achinados vivaces, negros, llenos de vida y de alegría. El timbre de su voz es más agudo que grave y siempre tiene algo agradable que decirle a quién saluda.

En el contexto en el que me correspondió entrevistarla, la Conferencia Mundial contra el Racismo, vestía con ropas convencionales de "señora". Faldas sueltas, jerseys de colores sobrios, maquillaje discreto y pocas pero bien seleccionadas alhajas.

Sus piernas lampiñas cruzadas en frente de la mesa donde la entrevisté, son esculturadas. Sus brazos, igualmente lampiños y delicados, están colocados sobre la mesa con soltura. Su barbilla no muestra un solo trazo de haber tenido que ser afeitado.

Si no me lo hubiese dicho, ni cuenta me hubiese dado. No le pregunté si tenía bustos construidos, si había usado hormonas para crecerlos, o si usaba brasiere para aparentarlos. ¡A quién le importa! Me dijo que su pene y testículos están intactos, aclarando que nunca los ha usado para dominar a nadie. Nunca supe su edad, pero le calculé unos 35 años...aunque ¿quién sabe? Después de Lohana, no me atrevo a suponer nada sobre nadie.

Construyendo una identidad política de género

Lo que yo estaba dejando ahí era tremendo. Por eso me dije: "no voy más a la calle", y esa decisión significó reclamar otra dignidad. Lo primero que hice cuando decidí que iba a salir de la calle fue volver a la escuela nocturna. No tienes una idea. Me registré con mi propio nombre. Aunque mi documento dice que me llamo "Carlos", mi nombre es Lohana. Me lo inventé yo misma, aunque inspirada por las circunstancias. De chica soñaba ser "Ana", como mi mamá. Después fui a trabajar a un cabaret y por supuesto, allí me dijeron que me tenía que cambiar mi nombre. Esa noche me acorde de un tío que le anteponía a toda palabra el artículo "lo", por lo que a mamá le decía "lo-ana". La "h" se la puse para hacerlo más glamoroso, ¡tú sabes, ché, tenía que ser glamorosa como guapa soy!

En la escuela, poco a poco me fui ganando el cariño, la compresión y hasta el apoyo de los estudiantes y del profesorado. Colegio 7, Juan Martín de Pueyrredón, sobre la calle Chacabuco. Para mí el colegio fue un paraíso. Los primeros días de clases me moría de susto, pero luego vino una compañera y se sentó conmigo. Eso me animó.

Ya para el año 1999 fui elegida delegada de mi curso, y así, me correspondió dar el discurso en la escuela cuando me gradué el 7 de diciembre del 2000. Llené la escuela de amigas travesti. Todas las travestis tenían que ver por sí mismas que eso era posible.
Además fui el promedio más alto. Leí el discurso que había preparado. En él hablaba de la importancia de que tanta gente trabajadora y adulta nos hubiésemos graduado, aclarando que cada vez las políticas públicas educativas y las políticas públicas en general son más injustas.

Pero además les hablé a las graduadas y graduados dejándoles saber lo importante que era para ellas el que hubiesen compartido durante el curso lectivo de tres años con una travesti. Le hablé a la escuela sobre la importancia de que hubiesen respetado mi identidad, pues me llamaron por mi nombre y me dieron mi título con mi propio nombre. Aquello se vino abajo en aplausos. Me habían elegido para que representarlos en la graduación y les hablé a ellos mismos sobre ellos mismos. Nuestra realidad está invisible, pero existe.

Un contexto de exclusión y discriminación

Un informe realizado conjuntamente por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT) titulado "Informe preliminar sobre la situación de las travestis en la Ciudad de Buenos Aires" realizado en 1999 y publicado ese mismo año, permite constatar que algunas de las denuncias de atropellos a los derechos humanos expuestas por Lohana podrían estar generalizadas en la comunidad travesti y transexual.

El proyecto en mención incluyó una primera etapa de un estudio cuantitativo, exploratorio-descriptivo, de la situación socio-económica de la comunidad travesti de la Ciudad de Buenos Aires. Nació como una respuesta a la ausencia de información confiable en este campo, y se basó en una muestra de 147 encuestadas que fueron seleccionadas por su condición de travestis. Los datos fueron relevados a través de un cuestionario semiestructurado con preguntas abiertas y cerradas, el cual fue aplicado en los meses de abril y mayo de 1999.

Aclararan que el diseño de la muestra no cumplió con todos los requisitos metodológicos necesarios para considerarla significativa del universo a estudiar, lo que se vincula con la dificultad para construir una muestra representativa, dada la falta de información estadística previa. Pero añaden que a pesar de las limitaciones, la muestra lograda resultó útil para la realización de este estudio descriptivo de una población que no había sido abordada anteriormente.

Las características de la población estudiada dan cuenta de que más de la mitad de las entrevistadas que participaron de esta investigación tienen entre 19 y 29 años, mientras que el 19% de las mismas se concentra en la franja etarea de los 30 a 34 años y el 12% en la de 35 a 45 años. El 90% de las entrevistadas son argentinas, y entre éstas el 41% procede de la región noroeste del país y el 38% son originarias de la Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires. El 60% de las entrevistadas residen en los barrios del sur de la Capital Federal (especialmente en Constitución) y en el Gran Buenos Aires. La segunda zona de residencia es la Norte, con el 23%, y Palermo es el barrio donde vive la mayoría.

La secundaria incompleta es el máximo nivel de estudios que posee el 50% de las entrevistadas, mientras que el 19% sostiene haber finalizado sus estudios primarios. Aquellas que completaron sus estudios secundarios son un 13% de la muestra. El 91% de las personas respondió negativamente al preguntársele si estudiaba en el momento de ser entrevistadas. Más de dos tercios de las entrevistadas señaló sus deseos de continuar o completar sus estudios, pero manifestaron que las causas por las cuales no pueden continuar estudiando se vinculan principalmente con el miedo a ser discriminadas (35%) y a la falta de dinero (23%).

Construyendo una teoría y práctica travesti-feminista

Nada tiene que ver el travestismo con la prostitución. La razón por la que nos prostituímos es que no hay trabajo de ninguna otra cosa debido a la discriminación. Pero las capacidades y deficiencias nuestras son igualmente diferenciadas como las del resto de la humanidad. Yo para nada estoy en desacuerdo con la prostitución. Es lícito cuando es algo elegido por alguien, pero hay que hacer una diferenciación con la explotación, la policía, los saunas (proxenetas), los gobernadores, los jueces, eso es condenable, pero la prostitución no.

En el estudio en mención, vimos que el 80% manifestó que su principal fuente de ingresos proviene de la prostitución. Esta cifra aumenta si se incorpora a la suma el 9% de las entrevistadas que encubrió este tipo de trabajo bajo el eufemismo de "trabajo en la calle".

Respecto del tipo de vivienda que habitan, el 37% sostiene que vive en hoteles, el 34% en departamentos y/o casas alquiladas y el 16% son propietarios de la vivienda donde reside. A aquellas entrevistadas que afirmaron vivir en casas y/o departamentos alquilados se les preguntó a nombre de quién estaba el contrato de alquiler. El 48% respondió que estaba a su nombre, mientras que el 38% sostuvo que estaba nombre de algún amigo o amiga.

Con el fin de lograr una descripción más precisa respecto de la situación socio ambiental de las travestis en la ciudad de Buenos Aires, indagamos entre las entrevistadas con quiénes viven. Los resultados indican que casi un tercio de ellas viven solas y otro 31% reside con amigas/amigos. Asimismo un 20% vive con su pareja y un 16% con familiares.

El 54% se asumió como travesti, el 13% como transexual y el 12% como "mujer". En la categoría "Otro", las respuestas brindadas fueron muy dispersas, destacándose las siguientes: "transexual no operada", "transformista" y "mujer diferente".

Lohana: una activista que está en todas partes

Nos conocimos en el marco de la Conferencia Mundial de la ONU contra el Racismo, la Xenofobia y otras formas Relacionadas de Intolerancia (WCAR) en el 2002, a la cual asistió con el propósito de visibilizar cómo se impone, mediante la violencia, la heteronormatividad.

Fue la única representante de travestis, lo que no fue obstáculo para que se hiciera ver y sentir en todos lados, fuera el Foro de la Sociedad civil en el cual participó en cuatro paneles y presentaciones, o fuera con las delegaciones oficiales de Estados miembros de la ONU. Se reunió con la delegación oficial de su país para que recibiera sus demandas y fue reseñada en el periódico oficial de la ONU, Earth Times.

En la Conferencia oficial hizo lobby tras bastidores, alianzas con otros sectores y se solidarizó abierta y activamente con las luchas de las poblaciones indígenas, los "intocables" de la India, los pueblos Roma gitanos y las mujeres.

Se hizo sentir y sintió las reivindicaciones de otros grupos. Quería que los Estados reconocieran y tomaran en sus constituciones los derechos humanos de las personas gays, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros y bisexuales, que se derogaran en países -sobre todo los islámicos- las leyes que castigaran la sodomía y que se incluyera a las travesti en el listado de las víctimas del racismo.

No lo logró, como tampoco lograron otras actoras y actores que se reconociera la discriminación por opción sexual. Pero regresó a su país con más experiencia y más ganas de empujar en el plano nacional las reivindicaciones postergadas por la ONU. Buscan modificar las políticas públicas como un espacio para alcanzar la igualdad dentro del reconocimiento de las diversidades culturales.

Las luchas de las travestis, los gays, lesbianas y transgéneros en las sociedades actuales, ponen en evidencia que las dualidades, entre ellas las de sexo-género, son impuestas mediante la violencia, la heteronormatividad, la discriminación de género y su intersección con otras formas de discriminación.

Por lo tanto, los planteamientos feministas que buscan cambios paradigmáticos, entre ellos superar las dualidades, tienen necesariamente que abordar las luchas político-sociales por modificar las condiciones represivas y configurativas (Foucault) en que se sustenta y que sustentan dichas dicotomizaciones.

Lohana: todos los espacios

Se ha terminado el tiempo en que vivíamos escondidas, pensándonos humanas a medias, incapaces de interactuar con la sociedad. Ahora vamos a todas partes, hablamos con todo el mundo, y no tenemos ninguna duda de que somos humanas y que tenemos derecho a todos los derechos humanos. Y lo hacemos sin perder lo que nos hace únicas: nuestro sentido del humor, nuestras plumas, nuestra perspectiva travesti.

* Este trabajo, basado en una entrevista para RIF/FIRE con Lohana Berkins en el 2002, constituye un capítulo de un libro de texto que actualmente elabora la autora y productora de Radio Internacional Feminista (RIF/FIRE) para un curso universitario, titulado Mujeres: En el filo de los cambios paradigmáticos a ser publicado a finales de este año en Costa Rica.


Entrevista a Lohana Berkins, coordinadora de ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual) de Argentina

“Revolucionar el cuerpo y el deseo”
Claudia Korol
Adital

El miércoles 12 de noviembre, a pesar de la intensa lluvia, se realizó desde Congreso a Plaza de Mayo una marcha bajo la consigna "La represión está en todos lados - La resistencia también". La movilización culminó con la presentación de un petitorio al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y al Ministerio del Interior por el esclarecimiento del secuestro y torturas de las que fue víctima Yohana Zacayan el 1° de noviembre luego de finalizada la XII Marcha del Orgullo GLTTTB (Gay Lésbico Travesti Transexual y Bisexual). Yohana, militante del M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación), trabaja en un comedor del M.T.L. (Movimiento Territorial de Liberación), y tiene presentadas cinco denuncias contra la Policía Bonaerense por apremios ilegales.

¿Cuáles son las razones por las que se convocó a esta marcha?

Yohana Sacayan, después de finalizada la Marcha del Orgullo, fue golpeada brutalmente por policías. La compañera fue hospitalizada, y en el hospital recibió un mal trato físico y psicológico. La marcha tenía varias aristas. Por un lado, comprometer a los movimientos populares, piqueteros, de derechos humanos, para que empiecen a tomar estas cuestiones con más claridad. Porque nosotras consideramos que no es un hecho aislado. No es una rencilla más entre policías y travestis. Creemos que es parte de la política de este gobierno de judicializar a compañeros luchadores y luchadoras. Como nosotras como minorías vamos tomando posturas cada vez más generales, no sólo específicas de nuestra comunidad, también nos afecta esta política de manera especial. Otra cuestión era ir al Gobierno de la Ciudad para que se haga cargo de que los malos tratos y la golpiza a la compañera fueron realizados en hospitales que dependen de su Gobierno. Nos llama poderosamente la atención que en el presupuesto que se está debatiendo en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo se duplicó el presupuesto que se le asignaba a la policía el año pasado, que era de seis millones y se lo llevó a doce millones, sino que se agregó un millón más para adicionales de los policías. El Gobierno sigue apostando a la represión, dándole instrumentos y armas al sistema represor, al brazo armado del Estado que es la policía, y se niega a aprobarnos un proyecto de micro- mprendimiento para dar trabajo a 24 travestis, por ejemplo.

¿Cuál es la situación hoy de las travestis en la ciudad de Buenos Aires y en el país?

En la ciudad de Buenos Aires, como en el país y en Latinoamérica, aún en los gobiernos progresistas, no se ha hecho una revisión profunda de la situación de las travestis. Nosotras seguimos criminalizadas. Es algo que venimos denunciando hace mucho tiempo. Las policías provinciales o municipales tienen el poder de poner normas como edictos policiales -que siempre están basadas en el supuesto "atentado a la moral y a las buenas costumbres"- para reprimirnos y controlar nuestra vida cotidiana. Las travestis seguimos teniendo como única opción de sobrevivencia la prostitución. No se fomenta la participación a través de becas o de programas específicos para que las compañeras puedan acceder a escuelas del Estado. A la hora de los planes asistenciales que tiene el gobierno, como potenciales beneficiarias de esos planes, no encajamos en las categorías de Jefas o Jefes de Hogar No tenemos carga familiar por la cual se supone que el Estado puede darnos un subsidio. La situación sigue siendo de ultra marginalidad. Nosotras hace poquito quisimos sacar la personería jurídica de nuestra asociación, que nos permitiría funcionar legalmente, reconocidas por el Estado, y nos fue negada bajo el argumento fascista que "no contribuimos al bien común".

El episodio con Yohana vuelve a plantear la situación que las travestis sufren en los hospitales públicos, algo que venís denunciando hace tiempo ...

El caso de Yohana Sacayán es bien paradigmático, porque atraviesa todas las instituciones que usualmente son usadas como modo de represión hacia la comunidad travesti: hospitales, policía, justicia. En el hospital nunca se respetó la identidad de la compañera. Aunque visiblemente cuando ella llegó se notaba que era travesti, se le violó el derecho a preservar su identidad, no se le respetaba su derecho personalísimo de ser quien ella era. Se la colocó en sala de varones, se la trataba como varón. Incluso cuando va Diana Sacayan, su hermana -que también es travesti- a averiguar por la situación clínica de Yohana, el médico le empieza a explicar que nosotras en realidad somos varones, porque tenemos genitales masculinos. No había ido la compañera a buscar la construcción de su identidad a ese hospital, sino a averiguar qué tenía su hermana. En el hospital se la maltrató en todos estos sentidos. Además quedó claro que el maltrato no es sólo por su condición de travesti, sino por el deterioro del sistema de salud que hay en el país. Ella estaba alojada en una especie de depósito, en una camita, desnuda, a la vista de todos los varones Era algo así como el gran circo del hospital. No es la primera vez que sucede. Y ese hospital (el Argerich) tiene como antecedente, que en las jornadas del 19 y 20 de diciembre, a los heridos se los colocaba en la Morgue entre los muertos. Ahí fue también maltratado Diego Quinteros, un militante popular, cuando fue detenido herido. Es un Hospital con una historia un tanto siniestra.

Tanto en tu militancia, como en la de Diana o Yohana y otros compañeros y compañeras, se expresa una militancia que no se circunscribe solamente a la lucha contra la discriminación, sino que se entrelaza con otras perspectivas, como la participación junto a las agrupaciones piqueteras, o en las organizaciones políticas de izquierda...

Creo que estamos dando un salto cualitativo muy importante en el tema de la lucha. Si yo hablara diciendo que a Yohana, a Diana, a mí, se nos maltrata, o se nos niegan nuestros derechos sólo por ser travestis, por enunciar una identidad genérica o por cierta práctica sexual, eso en sí no es suficiente. Falta una denuncia más política. Pero, si nosotras no mostramos toda la realidad de lo que somos, si no decimos que Diana y Yohana trabajan en un comedor popular, que hacen el pan para quienes van a comer allá, si no decimos que están estudiando, que reciben un Plan Trabajar; si no se muestra toda esta transversalidad, no nos mostramos en todas nuestras dimensiones. Creo que hay un conjunto de compañeras y compañeros que nos negamos a este recorte de nuestras personalidades, que nos sentimos parte del campo popular, que estamos saltando el cerco del ghetto, que nos oponemos a la industria de la villa gay, o al comercio de ropa para travestis, o la escuela travesti. No queremos ser productos de consumo del capitalismo. No queremos que nuestros cuerpos sean mercantilizados. Nosotras nos hacemos carne de las reivindicaciones del campo popular y también el campo popular se está haciendo cada vez más cargo de nuestras reivindicaciones como travestis.

¿Cómo fue la participación de este espacio dentro de la Marcha del Orgullo?

Nosotras sentimos que la marcha se estaba frivolizando y mercantilizando. Tuvimos una reflexión: ¿cómo demandar ciertos derechos sin estar condicionadas por las imposiciones de quienes auspician la marcha? Ese debate ya viene desde el año pasado, en el que organizamos un espacio dentro de la marcha, que se llamaba la carreta, que tenía algunas definiciones claramente anticapitalistas. Este año dimos un salto no sólo cuantitativo sino cualitativo. Nos reunimos más de 15 organizaciones con nuestras consignas abiertamente de izquierda, y marchamos contra el patriarcado y el capitalismo, por un mundo sin opresiones sexuales, de género ni de clase. Fuimos con consignas y reivindicaciones propias. Si bien la marcha fue una sola, nosotras entendíamos que se estaba perdiendo un espacio político combativo, de resistencia, de articulación con los movimientos piqueteros, y esto fue lo que expresamos. Respetamos a quienes se quieran divertir, a quienes se suben a los camiones que ponen los boliches -aunque después esos mismos boliches no dejen entrar a las travestis-, pero también reivindicamos que pueda haber un espacio en la marcha con esta otra identidad y definición.

El nacimiento de este espacio también tiene que ver con la rebelión del 19 y 20 de diciembre...

Claro. Yo creo que está absolutamente relacionado. Si nosotras seguimos con las viejas prácticas políticas, si no comprendemos lo que sucedió en la Argentina el 19 y 20 de diciembre del 2001, estamos viendo otra película. Yo creo que hubo un 19 y 20. Y no sólo la ciudadanía heterosexual salió a reclamar. Nosotras estuvimos en esas jornadas poniendo el cuerpo, peleando, vociferando contra el estado de sitio, contra el presidente, piqueteando. Fuimos parte de esa rebelión y tenemos que seguir siendo parte de ella.

Entiendo que están produciendo ahora una rebelión mayor, que es el enfrentamiento simultáneo al capitalismo, al patriarcado, pero también a las ideas y sentimientos conservadores que existen tanto en el espacio de la izquierda tradicional, en relación a la diversidad sexual, como en el espacio de la diversidad sexual, en relación a las políticas de izquierda...

Sí, yo creo que cuando hablamos de revolución, lo primero que tenemos que revolucionar es el cuerpo y el deseo. Si nosotras seguimos poniendo el cuerpo y el deseo bajo la lupa de la sociedad burguesa, capitalista, bendecida por la jerarquía de la Iglesia Católica, no avanzamos. El mismo cuerpo que nosotras y nosotros ponemos en la cama, con quienes nos acostamos, es el que pusimos el 19 y el 20 en la calle, en la Plaza de Mayo, en las esquinas, en los barrios, en los cacerolazos, y en todo lo que vino después. Si no nos atrevemos a revolucionar nuestros cuerpos, a la revolución le va a faltar algo. Revolucionemos nuestros cuerpos, desprendámonos de nuestros prejuicios, dogmas, fundamentalismos. La revolución debe ser un acto de amor. La revolución debe ser en la casa, en la cama, en la calle, en las plazas. Además, el fin último de la revolución es la felicidad. Yo no quiero ocultar mi deseo. Quiero amar en absoluta igualdad, con toda libertad, en una plena revolución.

Travestida para transgredir

Entrevista de Clarisa Palapot




Primera edicion: Revista Socialismo o Barbarie, Ano 1, No. 3, octubre de 2000, edición digital.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 8 de marzo de 2008.
Derechos: Revista Socialismo o Barbarie.  Por favor citar a revista Socialismo o Barbarie como la fuente original e incluir un enlace a su pagina de internet, http://www.socialismo-o-barbarie.org


 
Cuando surgió el Código de Convivencia Urbana en Capital Federal, todos los periodistas del régimen denunciaron noche y día un ataque a la moral y a las buenas costumbres. Con la despenalización de la oferta sexual callejera, la doble moral burguesa había llegado a la pantalla una vez más. Los travestis fueron el blanco predilecto de la hipocresía de la sociedad. Cuando todos los partidos del poder dieron marcha atrás con la propuesta, la TV y los diarios se olvidaron del asunto, y los policías volvieron a sus viejos negocios. Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti (ALIT), no perdió la memoria, y en el camino encontró muchas cosas más para contar.
¿Cuál es la situación general del movimiento travesti?
Del logro que más me enorgullezco es de que muchas travestis hemos dejado de ser víctimas pasivas para ser víctimas activas. En la medida en que nosotras vamos cambiando, la sociedad va cambiando. Y es porque nosotras nos volvimos sujetas peligrosas. Primero sujetas de conciencia, después sujetas de derecho y sujetas demandantes. Por ejemplo, el año pasado decidí terminar el secundario. La directora, cuando fui por primera vez, me dijo que no había vacantes, y no es un colegio con un ingreso estricto ni nada de eso. Mi logro en lo personal fue decirle: “mire señora, revea su situación porque yo le voy a iniciar un juicio que usted no se lo va a olvidar jamás”. Ese es el cambio, obligar a todo un colegio a convivir, o por lo menos a respetar a una travesti, y la experiencia es maravillosa. Fui elegida como delegada para el Consejo de Convivencia, soy la más popular del colegio. Las compañeras travestis también lo van haciendo. Unas chicas tomaron un hotel donde trabajaban y eran muy explotadas: esas son sujetas demandantes. Le están diciendo al Estado: primero, no nos van a poder atropellar tan fácilmente porque tenemos derechos. Y segundo, quiero dignidad de derechos como cualquier otro.
¿Cómo te definís sexualmente?
En una sociedad que te obliga a definirte como hombre o como mujer, es más divertido decir: soy travesti. Lo ideal sería que cada uno pudiera hacer, ser y tener la imagen que quiera. La pregunta que yo me hago es si en esta sociedad tan alineada, tan educada, tan etiquetada, todavía se puede hablar de instintos primarios y deseo puro. ¿Hasta dónde estructuramos el deseo? La opresión, desde el punto de vista de las travestis, tiene que ver con que sólo se puede ser hombre o mujer en el esquema sexo-género (que implica que a una condición biológica le corresponde un determinado rol social y un deseo; mujer=madre=ama de casa). Esta sociedad se pone un poquito permisiva –un poquito–, y dice: pueden ser gays o lesbianas. Y justamente el travestismo viene a producir un quiebre. ¿Por qué tengo que elegir entre los dos géneros, como si estos géneros fueran la panacea del mundo, uno por opresor y la otra por oprimida?
Prostitución y travestismo: ¿Cuál es la relación?
La prostitución sigue siendo la única alternativa. Nosotras no podemos hablar de que acá se elige la prostitución. Se podría hablar de elección si pudiéramos acceder a trabajos comunes. Entonces sí, yo opto y puede que sea todo tan democrático que esté eligiendo prostituírme. Pero no es el caso de las travestis, que no tienen otra alternativa. Y el efecto más lamentable, más que la prostitución, es que nosotras no podamos concebir el travestismo sin la prostitución, nosotras nos constituimos en la prostitución, no para la prostitución pero sí en la prostitución.

No éramos todos ni tan libres ni tan iguales…
 
Yo primero pensaba que la prostitución era un hecho que dependía totalmente de mí, que yo decidía ir y pararme en la esquina. Un día deje de estar alienada y me di cuenta de que la prostitución no era una hecho fortuito, alimentado y creado por mí, sino que tenía que ver con un hecho mucho mas perverso sostenido por todo un sistema. La prostitución es causada por la pobreza y la corrupción del Estado.
¿Cómo es la relación de los travestis con las prostitutas?
La vida de las travestis esta ligada a la vida de las prostitutas, hay un paralelismo y un entrecruce de historias, que lamentablemente es la historia de la opresión. Tenemos distintas caras de un mismo opresor. Después las mujeres tienen su propia historia.
¿Cómo entendés el patriarcado?
Yo siempre digo que soy doblemente Judas. Los hombres sienten que nosotras somos traidoras al patriarcado, porque teniendo el pene, el símbolo, renunciamos al poder. El segundo cuestionamiento viene por rechazar la imagen de mujer que propone esta sociedad. Lo que a mí me pasa en la vida, me pasa justamente por llamarme Lohana y por portar el estandarte de la imagen femenina. Porque si yo me hubiera quedado como un gay clase blanca, con título universitario, no me hubiesen pasado las mismas cosas. En todos los ámbitos de su problema –la mujer negra, la mujer lesbiana, la mujer prostituta, la mujer que abortó, la mujer profesional– la mujer tiene una historia parecida a la nuestra.
¿Qué pasa con la imagen del travesti?
Yo pienso que cuando voy a una nota, los que no me conocen esperan que venga el estereotipo de la travesti, y se encuentran con otra cosa. Empecé a romper con el estereotipo cuando empecé a vivir como quería. Las travestis me dicen que parezco una lesbiana. Ellas están ahí con sus tacos y yo sin nada. Ese imaginario que ellas tienen de una lesbiana también es un problema. Estamos tan encasilladas. También el uso del jean, antes yo hablaba con las chicas y les decía: no vayan como Greta Garbo al Coto a las diez de la mañana. No es por cercenar tu libertad, vayan un poquito más tranquilas y se evitan una situación de violencia. Nosotras ocultamos que tenemos pene, y a eso le llamamos trucarse. Un día fui a un lugar y había una chica destrucada. La segunda vez lo mismo. La tercera, me dije: que tarada que soy. Me relajé y empecé a disfrutar de la libertad de ella. Y pensé que si no, yo también entraba en el círculo de la hipocresía. Si yo sabía que ella tenia pene, y yo también tengo.
¿Cómo empieza esta crítica a los modelos sociales?
Cuando nosotras iniciamos el movimiento travesti íbamos a las reuniones y las lesbianas feministas ponían en palabras todo lo que nosotras estábamos pensando. Cambié primero la visión del mundo. Y después mi visión de mí misma. Empecé a mirar para adentro, a hablar, a poner en palabras lo que toda mi vida había significado una acción. Antes era muy misógina, hasta que empecé un camino muy interesante que es el de conocer a las mujeres reales. No la mujer comercial, la que siempre esta divina, sino la que vive lo cotidiano.
¿Y la discriminación?
Las travestis estamos atravesadas por todas las discriminaciones: pobres, prostitutas, analfabetas y golpeadas. Hice un taller de violencia doméstica y me paralicé, porque cuando una mujer hablaba, yo pensaba: eso me pasó a mí. Pero a mí no me lo hizo un hombre en particular: me lo hizo la sociedad. La sociedad me aisló, me disminuyó, me hizo sentir una mierda. “Vos mariconcito de mierda, yo te encarcelo, te mato como perro y no digo nada”. Ese cuadro, esa minusvalía, a mí me la implantó la sociedad. Esta es una sociedad golpeadora. Lo que pasa es que en Argentina todos los movimientos están dirigidos por la burguesía, por eso nunca llegan a la verdadera revolución, ni productiva ni de nada.
¿Te referís a la izquierda también?
La izquierda también, sí. Para mí no hay algo tan antidemocrático como los partidos políticos: estructuras patriarcales fuertísimas donde se decide lo que el feudo quiere.
¿Cuál es la alternativa?
Yo creo que lo primero es intentar que las organizaciones no se conviertan en estructuras y volver al trabajo de base. Es fácil hablar cuando el problema es de otros. Acá falta discusión y participación de los verdaderos actores sociales. Yo voy a sentir que hay participación cuando Elena Reynaga (presidenta de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) sea diputada y yo discuta con ella. Cuando sea Elena la que hable de la prostitución, y cuando los obreros estén donde tienen que estar.
¿Te parece que dentro del capitalismo se puede producir el cambio?
No. Yo creo que hay que desmantelar las estructuras. Y eso se hace generando verdadera participación de los actores sociales. Y el cambio no pasa porque las mujeres tengan el poder: honestamente, en Graciela Fernández Meijide me cago; en la mujer de Chacho Alvarez, también. Creo que el fascismo no tiene género. Si mañana una travesti viene y me dice que se va a hacer policía, yo la vomito encima y se acabó la historia; para mí deja de ser travesti. Creo que el poder es corruptible porque hay una estructura corruptible, entonces no importa si hay mujeres o varones.

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